Los Objetivos del Buen Vivir, ¿una alternativa hacia la alternativa?

Iván Daniel Martínez
60 min readJun 17, 2020

“Vivimos en un tiempo atónito que al despegarse sobre sí mismo descubre que sus pies son un cruce de sombras, sombras que vienen del pasado que o pensamos que ya no somos, o pensamos que no hemos todavía dejado de ser, sombras que vienen del futuro que o pensamos que ya somos, o pensamos que nunca llegaremos a ser”

-Boaventura de Sousa Santos

Nuestras sociedades modernas viven bajo las sombras de una búsqueda de la felicidad bajo la promesa de un progreso infinito. En esta búsqueda de progreso infinito casi siempre se nos insta a mirar hacia el futuro y a mirar con extrañeza nuestro pasado. Ese pasado que como humanidad nos da tantas respuestas a nuestros problemas actuales, y que nos ha definido no individualmente, sino socialmente. Que está presente en cómo nos relacionamos con nuestros pares y con la naturaleza.

La crisis ambiental, social y ahora sanitaria que estamos viviendo, no solo nos obliga a ver hacia el futuro buscando lo que queremos ser o lo que deberíamos ser, sino también hacia el pasado, analizando lo que hemos sido. En un mundo tan individualista como el actual, solamente cuando se genera una crisis, es cuando realmente nos replanteamos nuestra existencia como seres que viven en comunidad. Dejamos atrás nuestro egoísmo y nos damos cuenta de que sólo podemos salir adelante con la ayuda de otras y otros.

En este artículo de opinión, dividido en tres partes, busco mostrarte la magnitud de la crisis que estamos viviendo, busco que dimensiones lo que se viene si no actuamos lo más pronto posible en comunidad. Te mentiría si te dijera que te mostraré una solución definitiva a dicha crisis. En lugar de eso busco presentarte dos propuestas distintas, que buscan que nos replanteemos qué estamos haciendo mal y cómo podemos solucionarlo. La primera de ella son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de Naciones Unidas (ONU); y la segunda de ellas, planteada como una alternativa a los ODS, los Objetivos del Buen Vivir (OBV), una propuesta académica del Sur Global (o las sociedades y países subdesarrollados como coloquialmente se les llama) basada en un concepto que hace alusión a la forma de vida y cosmovisión de los pueblos originarios de Abya Yala (América Latina).

Objetivos de Desarrollo Sostenible
Objetivos del Buen Vivir

En la primera parte, explicaré lo que conocemos como Modernidad y su relación con el estado de crisis que vivimos; en la segunda, explicaré las soluciones que se han planteado ante tales problemas, además de algunos conceptos fundamentales para entender los ODS y los OBV desde la perspectiva del mundo en el que están enmarcados; finalmente, en la tercera parte presentaré con mayor detenimiento los OBV, considerando que no son conocidos como los ODS, y finalmente haré una reflexión de ambas propuestas.

Parte 1: Entendiendo en dónde estamos parados, la modernidad.

Desigualdad en México

Las cifras nos hacen ver dónde estamos parados en esta crisis multidimensional de escala planetaria, y a dónde vamos si seguimos con el status quo. Hablando acerca de la forma en la que nos relacionamos entre seres humanos y las desigualdades que eso ha traído, de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, vivimos en un mundo con 800 millones de personas en situación grave de pobreza (ONU, 2019), donde más de 2000 millones de personas no tienen acceso a un recurso cotidiano para nosotros como el agua potable (OMS, 2017) y más de 6 millones de niños mueren prematuramente de enfermedades prevenibles cada año (ONU, 2017), mucho más que la cifra de todos los muertos por COVID 19 en lo que va de la pandemia.

Deforestación en el Amazonas

Además de eso, nuestra forma de vida completamente insostenible ha causado un daño terrible a nuestro planeta, y cada vez más dicho daño nos está afectando directamente. Ejemplo de ello es que “se prevé que en 2030 el mundo tendrá que enfrentarse a un déficit mundial del 40% de agua en un escenario climático en que todo sigue igual” (Water, 2015). Y es que ni siquiera, aunque el agua es un recurso indispensable para nuestra supervivencia, la hemos cuidado adecuadamente. Ahora, ¿Qué tan severo es el daño que hemos hecho a otros seres vivos? Según datos de la revista Science, “el 58,1% de la superficie terrestre mundial, donde vive más del 70% de la población global, ha perdido tantos animales y plantas que ya ha rebasado el límite ecológico a partir del cual podría ser incapaz de soportar a las sociedades humanas” (Mundo, 2016), y tan solo por poner un ejemplo, “cerca del 80% de los bosques originales que cubrían la Tierra hace 8.000 años han sido talados, dañados o fragmentados” (Mundo, 2016).

En tan pocos años nuestro estilo de vida ha hecho un gran daño a la Naturaleza, por lo que debemos pensar, ¿Qué estamos haciendo mal? Y lo más importante, ¿Qué debemos hacer?

Los causantes de las tres heridas narcisistas de la humanidad: Copérnico, Darwin y Freud

En su texto, “Una dificultad del psicoanálisis”, Sigmund Freud, padre del psicoanálisis habla acerca de tres heridas que hirieron el narcisismo de la humanidad. La primera de ellas fue la herida cosmológica, cuando Nicolás Copérnico descubrió que la Tierra gira alrededor del Sol, lo que nos hizo ver que no somos el centro del Universo, en realidad somos una parte realmente diminuta de él. La segunda, la herida biológica, fue cuando Darwin descubrió que venimos de un proceso de evolución de especies y no somos superiores al resto de los animales, somos parte de la Naturaleza.[1] Finalmente, la tercera herida, la psicológica, fue cuando el mismo Freud descubrió que no somos ni siquiera dueños de nosotros mismos, no controlamos del todo nuestra forma de actuar, pues ésta está en muchos casos, determinada por nuestro inconsciente. (Freud, 1920, págs. 131–135)

De acuerdo con eso, en teoría, el ser humano debería ser consciente de que no es el centro del Universo, que es parte de la Naturaleza, y que hay una subjetividad que lo atraviesa, lo que no lo hace totalmente capaz de controlarse a sí mismo. Sin embargo, hay muchas personas, en especial quienes ejercen el poder, que siguen actuando de forma narcisista, pensando que son o somos el centro del universo; que la Naturaleza existe solamente para nuestros intereses; y que somos individuos desapegados de nuestra subjetividad para estudiar lo que la ciencia considera como objeto de estudio, ya sea la Naturaleza o las sociedades.

Seguramente, si no conocías tales afirmaciones de Freud, consideras dicho narcicismo es algo inherente a nuestra condición de seres humanos. Pero ¿Realmente es así, o se trata de aspectos que hemos interiorizado de acuerdo con un orden político, social, económico y hasta cultural?

Antes de revisar propuestas como los ODS y los OBV, debemos revisar lo que muchos autores nombran como “Modernidad”, ese concepto que nos ha hecho interiorizar dichos aspectos. Estoy seguro de que coloquialmente has utilizado muchas veces el adjetivo “moderno”, y que posiblemente, sino has estudiado dicho concepto desde alguna perspectiva académica, lo has asociado al progreso que se nos muestra en las películas, series o demás contenidos que provienen del Norte Global, o lo que llamamos, “primer mundo”. Posiblemente lo asocies con grandes edificios o cambios tecnológicos que cambiarán nuestro día a día, o más bien, que ya lo están haciendo.

Pero, te has puesto a pensar, ¿Cómo hemos llegado al punto en el que, a pesar de haber tanta tecnología y descubrimientos científicos, seguimos avanzando al precipicio ambiental y social?

Descartes en la Corte de la reina Cristina de Suecia- Louis-Michel Dumesnil, Museo Nacional del Palacio de Versalles.

La Modernidad se trata de algo que permea todas nuestras vidas, algo que cambió completamente el rumbo de la humanidad. Se trata de un concepto que la mayoría de los autores sitúan en la Ilustración Europea, un periodo que rompió con el llamado “oscurantismo” que la Iglesia Católica instauró al ser la institución que controlaba la producción de conocimiento. A partir de la Ilustración surgieron grandes autores como Rousseau, Voltaire, Diderot, Montesquieu o Descartes, el último, quien sería un gran exponente para la ciencia como la conocemos actualmente. (Baquero, 2013, págs. 108–109)

Al librarse de dicho oscurantismo, se buscaba la “emancipación” o liberación del hombre a partir del conocimiento científico. Fue cuando el hombre europeo descubrió que a partir del conocimiento podía mejorar su realidad a partir de la razón que nos caracteriza a los seres humanos. La modernidad, como proyecto, es algo que prácticamente impactó en todas las esferas de nuestras sociedades, ya sea en el campo del conocimiento, en el que la ciencia sustituyó a la espiritualidad y religión como la institución con el “monopolio” del conocimiento; en el campo político, con la instauración de nuevos sistemas políticos como las Repúblicas; el económico, con la implantación del capitalismo a nivel global[2]; o el social, con el establecimiento de una visión antropocéntrica del mundo (con la separación entre el hombre y la naturaleza y la búsqueda del control del ser humano sobre ella).

La obra de arte, “El hombre controlador del universo”, de Diego Rivera, busca representar esos dualismos presentes en la modernidad, como la misma modernidad y tradición; hombre y naturaleza; individuo y comunidad; etc.

Una vez que se instauró como el paradigma cultural y epistemológico (del conocimiento) dominante en Europa, la Modernidad se exportó a todo el mundo a partir del colonialismo. Incluso hay autores como Enrique Dussel que mencionan que la modernidad no inició con la Ilustración Europea, sino con el descubrimiento y conquista de América, por lo que hay una relación directa entre modernidad y colonialismo. Jürgen Habermas, un filósofo y sociólogo muy importante de nuestro tiempo, menciona que la instauración de una “modernidad global”, debía tomar en cuenta los vínculos entre “tradición y modernidad, incluyendo los problemas generados por la colonización y descolonización” (Andrade Guevara, 2019, pág. p. 150). Sin embargo, como sabemos, eso no sucedió, por lo que hay una imposición cultural, social y política que ha causado enormes desigualdades en todo el mundo.

Con la colonización se impuso la visión del mundo predominante en distintos territorios, en la cual la distinción entre lo verdadero y falso está mediada por la ciencia; y otros saberes, como los saberes indígenas, muchos de ellos basados en la espiritualidad y en la unidad entre Naturaleza y ser humano, fueron completamente desacreditados por ser considerados como saberes “premodernos” o “incivilizados”, fuera del progreso unilineal que conocemos. El sociólogo Boaventura de Sousa Santos nos dice que “así, el conocimiento de una parte de la humanidad se consideró como universal, mientras que todo lo demás perdió valor” (Sousa Santos, 2014).[3]

Sin duda la Modernidad, con todas sus consecuencias económicas, sociales y políticas, ha traído beneficios enormes a algunos sectores de la humanidad, en especial a aquellos que nos beneficiamos de los avances tecnológicos y científicos para mejorar nuestra calidad de vida. Sin embargo, también ha traído enormes desigualdades y una terrible devastación ambiental, muy relacionada con la concepción antropocéntrica y utilitarista de la Naturaleza en la que solamente se le ve como un recurso que funciona para el crecimiento económico.

Existe una corriente de pensamiento en Ciencias Sociales llamada corriente decolonial, que busca darle una nueva interpretación a cómo vemos el mundo, y busca hacer frente a todas aquellas contradicciones de la Modernidad. En dicha corriente se ve la crisis que estamos viviendo en la actualidad no solamente como crisis económica, política, social o ambiental, sino como crisis civilizatoria.

Se busca que veamos la historia de forma distinta y que analicemos el mundo de forma distinta. Que seamos más que conscientes que detrás de la instauración de la Modernidad en todo el mundo a partir de la colonización, hay una serie de dispositivos de control que introdujeron una clasificación social basada en el racismo, el machismo, el clasismo, la homofobia, etc. Y que analicemos que dichos dispositivos de control siguen vigentes y son fuertes catalizadores de las desigualdades.

En todo el mundo, pero en especial en regiones donde hay gran porcentaje de población perteneciente a pueblos originarios como en Latinoamérica, Asia y África, todos aquellos que nos criamos con base en los valores modernos, desafortunadamente en algún momento de nuestras vidas hemos reproducido esa clasificación social racista al considerar las personas y saberes originarios como “subdesarrollados”, pues no se han alineado a lo que conocemos como progreso.

Muchas de esas naciones originarias, por su cosmovisión social y cultural no concuerdan con el progreso moderno en su conjunto, pues ha traído devastación a sus territorios y sus cuerpos. En muchos casos su visión del mundo les permite estar en equilibrio con su medio, lo cual, como veremos posteriormente con el Buen Vivir y los OBV, puede mostrarnos que existen alternativas a nuestra crisis civilizatoria moderna. Esto nos obliga no solo a cambiar nuestra percepción antropocéntrica del mundo, sino también a luchar por que las naciones originarias tengan el reconocimiento y autonomía que han estado demandando desde hace siglos.

Parte 2: De soluciones modernas, transmodernas y el Buen Vivir.

“Lo que estamos haciendo a los bosques del mundo es un espejo de lo que nos hacemos a nosotros mismos y a los otros.”
-Mahatma Gandhi.

Como mencioné en la introducción del artículo de opinión, en esta segunda parte voy a explicarte las potencialidades y limitaciones de las soluciones “modernas” que se han planteado ante las crisis ambiental y social que estamos viviendo, principalmente de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Además, a partir de la crítica de tales soluciones, te voy a presentar el concepto de transmodernidad, que es fundamental para entender la tercera parte del artículo, en la que te voy a hablar específicamente sobre los Objetivos del Buen Vivir.

Primero que nada, considero importante ahondar de forma más específica en las causas de dichas crisis para después poder entender las soluciones que se han planteado ante ellas. Para garantizar el progreso moderno (los descubrimientos tecno-científicos) y crecimiento económico vertiginoso en el mundo desde el siglo XVIII, se han utilizado mecanismos industriales que tienen como motor la “explotación intensiva y extensiva de los recursos fósiles, tales como el petróleo o el carbón”, (Chaparro Mendivelso & Meneses Arias, 2015, pág. 2) lo que ha dado por terminado el Holoceno, aquella era geológica en la cual el impacto ambiental generado por el ser humano podía ser asimilado y hasta absorbido por los ecosistemas.

En 2002, el premio Nobel de Química, Paul Crutzen, descubrió que el planeta Tierra está en una nueva era geológica: el Antropoceno. De forma general, en él, el impacto ambiental generado por la enorme explotación de combustibles fósiles ya no puede ser asimilado ni mucho menos absorbido por los los ecosistemas, por lo que se ha generado un “aceleramiento del cambio climático de origen natural, con efectos futuros inciertos y con consecuencias adversas para muchas especies, en diversas dimensiones, incluida la humana”. (Chaparro Mendivelso & Meneses Arias, 2015, págs. 2–3)

¿Recuerdas que en la parte anterior del artículo te mencioné la explicación de Freud sobre las heridas al narcisismo de la humanidad? Se supone a partir de ellas somos conscientes de que no somos el centro del Universo y que somos parte de la Naturaleza. Lo que el Antropoceno ha dejado ver es que la Modernidad ha ido en sentido contrario a eso, y nos convirtió en la única especie en la historia de la Tierra que “se convirtió en una fuerza planetaria” (WWF, s/f), yo agregaría destructiva, que es consciente de ello, y a pesar de eso, prefiere mantenerse en el status quo.

En este sentido, Erle C. Ellis, un científico ambientalista, menciona que el descubrimiento del Antropoceno debería compararse con el llamado “giro copernicano”, o la “herida cosmológica” de Freud; pues al igual que cuando Copérnico descubrió que para nada somos el centro del universo como se pensaba, se llevaron a cabo muchas transformaciones sociales radicales; el Antropoceno, como una enorme crisis existencial, nos obliga a repensar el significado de ser “humano”, y a partir de ello, reflexionar sobre nuestro papel en la naturaleza, para así generar transformaciones sociales y económicas radicales.

En respuesta a las fatales consecuencias del Antropoceno (tan solo por mencionar algunas, tenemos la disminución drástica de la biodiversidad; los cambios en la estructura y biología del suelo y el clima; y el agotamiento de los recursos acuíferos subterráneos), la Organización de las Naciones Unidas[1], desde antes que Paul Crutzen creará tal concepto, y debido a las fuertes evidencias científicas sobre la enorme crisis ambiental global, comenzó a buscar alternativas al modelo de desarrollo imperante en todo el mundo. La mayoría de tales “correcciones” están enmarcadas dentro de algo llamado Derecho Internacional Ambiental (DIA), una serie de legislaciones que en teoría todos los países deberían seguir.[2]

Conferencia de Estocolmo

La primera conferencia internacional en el seno de la ONU en la cual distintos países del mundo discutieron la crisis ambiental global, fue la Conferencia de Estocolmo en 1972. En tal conferencia, se reconoció nuestro derecho como seres humanos a un medio ambiente sano. Desde ese año, diversos gobiernos comenzaron a tomar medidas para garantizar ese derecho por medio de sus legislaciones nacionales, por lo que en muchos países se crearon agencias especializadas en ese tema.

Harlem Brundtland, Ex- Primer Ministra de Noruega, y principal contribuyente a la Comisión que tiene su nombre

En 1987 la ONU creó la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, llamada también Comisión Brundtland, en la cual se planteó el concepto de desarrollo sostenible. Tal concepto deviene del hecho que muchos gobiernos se dieron cuenta que no se puede separar el desarrollo, anteriormente visto únicamente en términos económicos, con el cuidado ambiental. El desarrollo sostenible busca que todas las sociedades cuidemos de los “recursos” que nos brinda la naturaleza para no comprometer el aprovechamiento de los mismos a las próximas generaciones.[3]

En 1992 se llevó a cabo la famosa Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, en la cual los gobiernos firmaron el Convenio sobre la Diversidad Biológica y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que se revisan año con año hasta la actualidad a partir de las llamadas Conferencias de las Partes (COP). Personalmente recomiendo estar al pendiente de lo que se delibera en las COP de ambas convenciones, pero en especial las la CMNUCC, pues en ellas se revisan los compromisos de cada uno de los Estados con la resolución de un problema global que realmente requiere una verdadera cooperación internacional, el cambio climático.

De igual forma, en la Cumbre de la Tierra de 1992 se estableció la Declaración de Río, en el cual se comenzó a reconocer la importancia del involucramiento de las sociedades en temas ambientales, que anteriormente eran discutidos y deliberados únicamente entre gobiernos. Es así que, en el principio 10 de dicha Declaración se nos reconoce a todas las personas nuestro derecho a la información, participación y justicia ambientales.[4]

Objetivos del Milenio

Posterior a Río, se crearon instrumentos sumamente importantes como el Protocolo de Kioto en 1997, antecedente del actual Acuerdo de París que busca mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del cambio climático; la Declaración del Milenio en el 2000, que dio como resultado la creación de los Objetivos del Milenio (ODM); y finalmente la Cumbre Río+20 en 2012, a la cual asistieron 192 gobiernos, empresas, Organizaciones de la Sociedad Civil, entre otros actores importantes, para la creación de una nueva agenda integral de desarrollo sostenible que sustituyera los ODM.

Acuerdo de París

La Agenda 2030 es un instrumento que si bien no pertenece al Derecho Internacional Ambiental, representa un compromiso para 193 países que estuvieron presentes en su aprobación en la Asamblea General de la ONU en 2015, después de un proceso de discusión de varios años. La Agenda 2030 incluye 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que buscan solucionar problemas sociales, económicos y ambientales a nivel global. Está dividida en 5 esferas: personas, planeta, prosperidad, paz y alianzas.

Dentro de la esfera de personas se encuentran los ODS 1, 2, 3, 4 y 5, relacionados con el desarrollo humano; dentro de la de prosperidad tenemos a los ODS 7, 8, 9, 10 y 11, que buscan el crecimiento económico “sostenible”; dentro de la de planeta están los ODS 6, 12, 13, 14 y 15, que buscan proteger los “recursos” naturales; dentro de la de paz está el ODS 16, que busca promover que en cada país haya una democracia con instituciones sólidas; y dentro de alianzas está el ODS 17, que busca la implementación en general del desarrollo sostenible en todo el mundo con la participación de diversos actores nacionales e internacionales. La Agenda 2030 contempla, además, metas específicas e indicadores para medir el progreso de los ODS en cada país.

Te dejo un pequeño vídeo que explica de mejor forma qué es la Agenda 2030 y su funcionamiento

Los ODS tienen como centro de preocupación al ser humano, y buscan que “nadie se quede atrás” en alcanzar un estilo de vida digno, que a la vez esté alineado a los estándares del progreso moderno. El buscar un estilo de vida digno, en el cual se nos proporcione por mínimo nuestras necesidades materiales básicas, es algo más que fundamental para que realmente se pueda decir que se están cumpliendo los Derechos Humanos. No obstante, en el imaginario colectivo, muchas personas piensan que debido a la cantidad limitada de recursos naturales en la Tierra, es imposible garantizar tales necesidades a todos los habitantes en ella, por lo que consideran que la sobrepoblación del planeta es la causa directa de los problemas sociales y ambientales del mundo.

Tal afirmación es incorrecta, pues si bien con el tiempo se hará más dificil, en la actualidad no es imposible brindar un estilo de vida digno a todas las personas del mundo. Si no se ha podido lograr tal suceso, no es por la sobrepoblación, sino por las desigualdades enraizadas en el sistema económico dominante. Según datos de OXFAM, el 1% más rico del mundo controla 80% de la riqueza global. (Hope, 2017) Además, el hecho de que seamos tantas personas en el mundo no es la principal causa del enorme desgaste ambiental del planeta, sino de nuevo, lo es el sistema económico en su conjunto.

La huella ecológica que determina nuestro impacto ambiental individual, también está relacionada con las desigualdades económicas existentes. Esto se ve reflejado en las emisiones causantes del cambio climático, pues las personas más ricas del mundo, que reciben “al menos el 50 por ciento del ingreso global, también son responsables de al menos la mitad de todas las emisiones” (Milanovic, 2019). Lo anterior solamente contemplando la huella ecológica individual de los millonarios, sin mencionar el papel de las grandes empresas en la emisión de gases de efecto invernadero.

Joe Webb, en sus obras de arte plasma las brutales desigualdades entre las clases dominantes y millones de personas que sufren diariamente. Aquí puedes ver más de su contenido: https://culturainquieta.com/es/inspiring/item/8889-obras-de-arte-que-nos-recuerdan-las-desigualdades-e-injusticias-del-mundo.html

Según cálculos de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la ONU, la implementación de los ODS en todos los países del mundo, de acuerdo con sus indicadores, costaría de 5 a 7 billones de dólares anuales de aquí a 2030, lo que es menos de la mitad del Producto Interno Bruto de Estados Unidos (que fue más de 20 billones de dólares en 2018, según datos del Banco Mundial). Ahora, para garantizar las necesidades básicas a las personas que viven en los 59 países más pobres del mundo, se requeriría aproximadamente $350 mil millones de dólares por año, lo que sería suficiente para brindar infraestructura para salud, educación y protección social. (McCarthy, 2019)

Para llegar a esa cifra, que no es tan estratosférica si vemos solamente el presupuesto militar de muchas potencias, como Estados Unidos, se necesitaría mucho compromiso por parte no solamente de tales gobiernos, sino de las personas más ricas del mundo. (Contralínea, 2015) De acuerdo con Global Citizen, si los 2150 multimillonarios que poseen más dinero que el 60% de la población mundial, dieran tan solo 1% de su riqueza a la cooperación al desarrollo, sería factible llegar a la meta de los $350 mil millones de dólares para combatir la pobreza extrema en esos 59 países. Si dieran 4% de su riqueza, sería viable avanzar más allá del combate a la pobreza en solo esos 59 países, pues se juntaría más de $500 mil millones de dólares al año. (Hitchings-Hales, 2020)

El presupuesto militar de Estados Unidos en 2018, ascendió a 684 mil millones de dólares (Torralba, 2019)

Muy bien, como ya vimos, aún con la “sobrepoblación”, económicamente sí es posible brindar un estilo de vida digno a todas las personas del mundo si países como Estados Unidos o China dejarán de destinar tanto dinero a la “defensa” militar, o si los multimillonarios se unieran para esa causa. En ese sentido, los ODS, si en algún momento existiera voluntad por parte de los actores mencionados para brindar suficiente dinero para acabar con las desigualdades materiales en el mundo, podrían ayudar a redirigir tales recursos económicos a las poblaciones más necesitadas.

Ahora vamos a hablar sobre varias de las controversias y limitaciones de los ODS en los aspectos social y ambiental. La Agenda 2030, y los demás instrumentos que te presenté anteriormente, están atravesados por una serie de relaciones de poder con diversos intereses detrás de ellos muy arraigados al funcionamiento de la ONU. La Agenda 2030, antes de ser aprobada, pasó por diversos filtros de “gobiernos, élites de ciertos sectores económicos, grupos de intereses corporativos e instituciones que son quienes nos han llevado hasta el actual marco de insostenibilidad e inequidad”. (Martinez, 2016, pag. 7)

El Consejo de Seguridad de la ONU, conformado por Estados Unidos, China, Rusia, Inglaterra, Francia, los cuales son los países con mayor poder en la toma de decisiones dentro de toda la organización

Al pasar por dichos filtros, se dejaron de lado mecanismos tales como “la transparencia fiscal y la lucha contra la elusión, o respecto de los acuerdos comerciales y las vías políticas para lograr la protección de los negocios de pequeños productores” (Martinez, 2016, pag. 7). Tales mecanismos van a contracorriente con el funcionamiento del sistema económico financiero actual, pero son fundamentales para hacer frente a las causas de raíz de diversos problemas sociales, ambientales y económicos globales contenidos dentro de la Agenda 2030.

En ese sentido, más allá de la erradicación de la pobreza y desigualdades materiales por las razones que ya vimos, el logro de la solución de todos los problemas de los ODS, especialmente aquellos relacionados con la esfera de personas y planeta es idílico, y hasta cierto punto imposible debido a la falta de atención a sus causas de raíz. Además, en teoría debería existir una integralidad entre los aspectos social, ambiental y económico, pero en la redacción de las distintas metas de los ODS, prima el último aspecto sobre los dos anteriores.

Lo anterior es signo de que implícitamente, a pesar de la integración de la sustentabilidad ambiental y la inclusión social como pilares de la Agenda 2030; ésta sigue en el status quo de un sistema económico, cuyos actores más poderosos, no tienen la intención de llevar a cabo los cambios radicales necesarios para hacer frente a los desafíos del Antropoceno.

Si bien los ODS, al incluir ciertos postulados de la economía ecológica representan un gran avance con respecto a instrumentos multilaterales de desarrollo anteriores como los Objetivos del Milenio, pues ya se toman en cuenta las bases biofísicas y energéticas de las dinámicas económicas para implementar mecanismos basados en la ciencia como las energías renovables para hacer frente a la crisis ambiental global; no debemos dejar de lado que el problema ambiental va más allá de lo técnico y lo científico, y es más de corte social. (Foladori, 2001, pag. 145)

En la justificación del ODS 8, trabajo decente y crecimiento económico, la ONU menciona que “la continua falta de oportunidades de trabajo decente, la insuficiente inversión y el bajo consumo producen una erosión del contrato social básico subyacente en las sociedades democráticas: el derecho de todos a compartir el progreso.” (s/f,, p. 1) En esa cita podemos apreciar claramente la primacía del aspecto económico sobre el social y el ambiental; la primacía que se le da al consumo y la mercantilización del “bienestar social”.

En este sentido, el antropólogo, economista y experto en temas de sociedad y naturaleza, Guillermo Foladori, en su libro, “Controversias sobre Sustentabilidad”, menciona que “cuando se vive en una sociedad donde todos los productos, la naturaleza monopolizable, y hasta las relaciones personales, tienen o están mediados por precios, lo absurdo parece lógico” (2001, pag. 142). En este caso, lo absurdo es el hecho de que hablemos sobre un contrato social basado únicamente en los postulados del sistema económico.

En la anterior parte del artículo te hablé sobre la imposición violenta de todo lo concerniente a la Modernidad, incluyendo el sistema económico, en los pueblos colonizados. En ese sentido, los ODS, como una alternativa moderna que busca ser “universal”, y seguir reproduciendo esas lógicas, entra en colisión con cosmovisiones distintas a la Occidental sobre cómo relacionarnos entre seres humanos, y con nuestro medio.

Un contrato social verdaderamente democrático debería ser inclusivo con todas aquellas cosmovisiones desprestigiadas por ser consideradas “premodernas” y atrasadas. Esas cosmovisiones de pueblos a los que constantemente se les critica su forma de vida, pero que pueden abonar mucho al combate de las crisis ambiental y social actuales. Por ello, si de verdad se busca “no dejar a nadie atrás”, y generar un contrato social democrático, debemos cuestionar el carácter universal de la Agenda 2030, y preguntarnos:

¿Realmente todas las sociedades del mundo quieren lo planteado por la Agenda 2030 para alcanzar su bienestar?; y, ¿Realmente podemos llegar a comunidades que tienen una cosmovisión o proyecto de vida distintos al moderno, y presentarles una hoja de ruta a seguir sin considerar sus realidades culturales?

La pretensión universal de la Agenda 2030

Te pondré un ejemplo al respecto: Un amigo español que trabaja en el área de Cooperación al Desarrollo de su universidad, dedicada a la ayuda a la implementación de los ODS en países del Sur Global, hace dos años me comentó que fue a una comunidad indígena del Sur de México a aplicar un proyecto del ODS 6, Agua Limpia y Saneamiento, para instalar infraestructura básica de provisión de agua. Me dijo que al terminar el proyecto, le sorprendió que las mujeres de esa comunidad, en lugar de agradecerle a él y a su equipo, les reclamaron por implementar tal proyecto, el cual tenía como finalidad el evitar que las personas de la comunidad caminarán grandes distancias por agua, y así aumentar la eficiencia de sus actividades económicas. Resulta que esas caminatas eran la única forma en la que podían convivir entre mujeres; y de esa manera, alejarse de dinámicas de violencia que vivían cotidianamente en sus hogares.

En ningún momento dudé que las intenciones de mi amigo fueran buenas, al contrario, reconozco su esfuerzo por buscar ayudar a hacer de este mundo, y en especial de México, un lugar mejor. Tampoco digo que es necesario desatender las necesidades básicas de las comunidades en las que existen muchas desigualdades materiales, pues concuerdo con los ODS en que todos merecemos un estilo de vida digno, al menos sin carecer de las necesidades básicas.

Sin embargo, tal situación me hizo plantearme la complejidad de lo que conocemos como desarrollo y todos los aspectos político-culturales involucrados en él. Los autores de los OBV, mencionan que lo que la modernidad nos ha planteado como desarrollo (en el caso de las comunidades, al buscar integrarlas a la dinámica capitalista), ha traído grandes crisis socioeconómicas (desigualdad) y crisis socioecológicas (el Antropoceno).

Aunque se busca un cambio de paradigma con el desarrollo sostenible para atacar tales crisis, en el camino para hacerlo se ha dejado de lado las crisis político-culturales, que existen principalmente en el Sur Global, por la imposición de criterios universales desde el colonialismo que no son sensibles a realidades culturales distintas a la occidental, y no atienden las causas de raíz de dispositivos de control impuestos desde la Colonia, como el machismo, el racismo o la homofobia. (Hidalgo-Capitán, García-Álvarez, Cubillo-Guevara, & Media-Carranco, 2019, pág. 13)

Desde el movimiento decolonial se ha buscado cuestionar la idea de desarrollo sostenible que nos presenta la ONU. En ese sentido, se ha comenzado a hablar sobre una “transmodernidad”[6], un proyecto epistemológico, ético, político y cultural que no descarta del todo la modernidad y los beneficios que ella ha traído a la humanidad en diversos aspectos (como el científico y el tecnológico); y que tampoco descarta los esfuerzos para atacar las desigualdades materiales y la crisis ambiental global aunque sea de forma técnica (como la Agenda 2030); pero que busca un diálogo intercultural con saberes excluidos y negados, como los de los pueblos originarios, para crear soluciones que sean culturalmente sensibles, y que verdaderamente no dejen a nadie atrás.

De manera general, el principal cuestionamiento que la transmodernidad hace a la Agenda 2030 y a demás instrumentos multilaterales pertenecientes al DIA, es su visión antropocéntrica. Esa visión en la que el ser humano, en especial el hombre que vive bajo estándares occidentales, sigue siendo el principal centro de preocupación de todo, la naturaleza es reducida a simples recursos, y por lo mismo se continua en el camino hacia el precipicio ambiental y social, ese precipicio que podemos nombrar “crisis civilizatoria”. Tenemos un ejemplo muy claro de esa visión dentro del ODS 15, en el cual se menciona que se deben proteger los bosques porque al “fortalecer la gestión de los recursos naturales, se aumenta la productividad de la tierra.” (ONU, 2015)

Por el contrario, en la transmodernidad se busca alentar una visión biocéntrica que ponga en el centro la armonía entre seres humanos y naturaleza; en la que el pilar sea el respeto a otros seres vivos, y después, el respeto entre nosotros como seres humanos, entre nuestras realidades sociales y culturales. Un biocentrismo que nos permita movernos hacia una nueva fase de la humanidad en la que, tal como Erle Ellis afirma, repensemos “lo que significa el ser Humano” (WWF, s/f), y hagamos los cambios radicales necesarios acorde con la magnitud del Antropoceno.

En este proceso de transición al biocentrismo, como hemos estado mencionando, las naciones originarias tienen un papel fundamental, ya que sus propuestas nos pueden ayudar a salir del laberinto de nuestra crisis civilizatoria.

Se busca que pasemos de la modernidad a la transmodernidad desde el diálogo, no desde violencia con la que se impuso la primera en todo el mundo a partir del colonialismo. Para esto, los ODS son y han sido fundamentales, pues al plantear una hoja de ruta universal para el bienestar de la humanidad, ha sembrado una semilla en muchos grupos sociales e individuos para cuestionar el modelo de desarrollo predominante, e incluso, en muchas personas como yo, ir más allá y cuestionar la Modernidad en su totalidad.

En ese sentido, no se trata de satanizar la Agenda 2030, sino de analizar sus limitaciones, y a pesar de ellas, seguir luchando para que a partir de los ODS se puedan atacar ciertos problemas locales y globales como las desigualdades materiales o la deforestación, por decir algunos; a la vez que seguimos utilizándola para fomentar un diálogo, entre la ciencia y los saberes sociales o culturales anteriormente rechazados, que progresivamente nos lleve a salir de nuestra crisis civilizatoria y a pasar a una transmodernidad biocéntrica en la que verdaderamente “no deje a nadie atrás”.

Una vez que conoces todos estos aspectos sobre las soluciones modernas planteadas desde la ONU, sus críticas y la transmodernidad, en la siguiente parte del artículo te presentaré de lleno el Buen Vivir o Sumak Kawsay, un concepto proveniente de los pueblos kichwa de la Amazonia que es cada vez más discutido en círculos académicos dedicados a la sostenibilidad. A partir de la discusión planteada por la Agenda 2030 sobre la hoja de ruta a seguir por la humanidad, se dio un diálogo entre el Sumak Kawsay y la ya mencionada transmodernidad, lo que resultó en los Objetivos del Buen Vivir, los cuales también te explicaré de lleno en la siguiente parte de este artículo de opinión.

Parte 3: Objetivos del Buen Vivir: ¿el movimiento del péndulo hacia la seguridad?.

“Hace cien años, la historia humana solía representarse como un relato sobre el progreso de la libertad. Ello implicaba, en gran medida a la manera de otros relatos populares semejantes, que la historia se orienta de forma sistemática en la misma e inalterada dirección. Los recientes cambios del humor público sugieren otra cosa[…]En los tiempos de Freud y sus escritos, la cosa más común era el déficit de libertad; sus contemporáneos estaban dispuestos a renunciar a una porción considerable de su seguridad a cambio de que se eliminaran las restricciones impuesta a sus libertades. Y finalmente lo lograron. Ahora, sin embargo, se multiplican los indicios que cada vez más gente cedería de buen grado parte de su libertad a cambio de emanciparse del aterrador espectro de la inseguridad existencial”.

-Zigmunt Bauman

Zigmunt Bauman, un sociólogo muy importante, ganador del Premio Príncipe de Asturias, en su libro “El retorno del péndulo”, el cual analiza el futuro de las sociedades al entablar un diálogo entre la sociología y el psicoanálisis, menciona que la civilización prometida por la modernidad es el reflejo de la “exaltación de un paradigma que, a cambio de nuestra alma, ofrece una seguridad tan imposible como mentirosa”. (Dessal & Bauman , 2014, pág. 26) Bauman habla sobre un péndulo con dos extremos, la libertad y la seguridad, en el cual nuestras sociedades se van moviendo de acuerdo con los cambios sociales, políticos, económicos y culturales.

El sociólogo polaco, en muchas de sus obras habla sobre los grandes cambios que la sociedad ha sufrido en su estado “líquido”, en el que “las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido […] y han dado paso a un mundo más precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador.” (Barranco, 2017) Bauman demuestra cómo la gran promesa de la felicidad hecha a la historia por medio del progreso moderno, ha causado grandes daños colaterales que la han superado, y que están moviendo el péndulo de nuestras sociedades de la “libertad” a la seguridad. (Dessal & Bauman , 2014, pág. 27)

El movimiento del péndulo hacia la seguridad se debe a que, como ya hemos visto en las anteriores partes de este artículo de opinión, a pesar de todos los avances científicos y tecnológicos de la Modernidad, vivimos una crisis multidimensional de grandes proporciones que representa una amenaza existencial a la humanidad y a la naturaleza. En las anteriores partes también hemos analizado alternativas como el desarrollo sostenible y en específico la Agenda 2030 de la ONU, que se han creado dentro de la Modernidad para responder a las consecuencias de sus mismas contradicciones.

A partir de ello, también revisamos corrientes del conocimiento como la teoría decolonial, que han buscado enfrentar las contradicciones del proyecto moderno desde su raíz. Además, tambien revisamos la propuesta de la “transmodernidad”, la cual busca trascender tales contradicciones y generar alternativas más inclusivas con todas las personas del mundo. En ésta, la tercera y última parte del artículo, te voy a presentar el Buen Vivir como alternativa al desarrollo sostenible moderno, y los Objetivos del Buen Vivir (OBV) como alternativa a la Agenda 2030. Vamos a analizar sus grandes potencialidades, las críticas que se puede hacer de ellos y al final haré una reflexión sobre el estado de crisis actual en general.

El Buen Vivir y los OBV

El Buen Vivir puede ser definido como: “una forma de vida en armonía con uno mismo (identidad), con la sociedad (equidad) y con la naturaleza (sustentabilidad)” (Hidalgo-Capitán y Cubillo-Guevara, 2017). Se trata de un concepto que busca hacer frente al discurso [1] del desarrollo sostenible, el cual, como ya te había demostrado en la segunda parte de este artículo, a pesar de sus avances en cuestión ambiental, sigue legitimando relaciones de poder entre el Norte y el Sur Global, entre los civilizados y los “incivilizados”, entre Occidente y otras regiones del mundo.

El Buen Vivir, antes que un concepto, es la formad de vida de diversos pueblo sy naciones originarias, pero en especial de los pueblos kiwcha de la Amazonia ecuatoriana. Desde los años 90 en los que la ONU propuso el desarrollo sostenible como alternativa al desarrollo moderno, la Organización de los Pueblos Indígenas del Pastaza (OPIP) expresó su inconformidad en el “Plan Amazanga”. En ese documento propusieron el Buen Vivir, con fundamento biocéntrico, como una visión alternativa a la visión antropocéntrica y economicista del desarrollo sostenible.

A diferencia de cualquier tipo de desarrollo que conozcamos hasta ahora, la propuesta del Buen Vivir no opta por el crecimiento económico y consumo continuos para obtener el bienestar social generalizado, pues sus creadores consideran que, en el capitalismo, “muchos tienen que vivir mal para que unos pocos vivan bien (para asegurar las desmedidas demandas de consumo y despilfarro del Primer Mundo tiene que haber un Tercer Mundo que aporte materias primas y mano de obra barata)”. (Chato, 2011)

En el Buen Vivir se habla de equilibrio, de poner en el centro del bienestar social a la comunidad, de dejar de lado el individualismo. Estoy seguro de que si ya conocías ese concepto lo asociabas únicamente con comunidades originarias, pero en ciudades también se está llevando a cabo desde mecanismos como mercados de comercio justo, búsqueda de espacios comunes, asambleas de barrio, bancos de tiempo, huertos urbanos, entre otras prácticas cada vez más comunes. Esto, debido a que se trata de un “concepto completamente dinámico, adaptable, en constante resignificación, transversal, complejo, no lineal, históricamente construido, intercultural, que llama a reflexionar y que, además, no tiene dueños, debido a que nos habla de recrear la vida en toda su complejidad”. (Romero Gutierrez, 2016, pág. 183)

Eduardo Gudynas, un experto en sustentabilidad, predijo la creación de mecanismos más grandes basados en el Buen Vivir desde 2011, pues mencionó que se “está avanzando hacia una situación donde deberá desembarazarse del prefijo “desarrollo”. Es posible que esto esté sucediendo en este momento en América del Sur bajo las intensas elaboraciones sobre el concepto de «Buen Vivir» como alternativa a la ideología del progreso, en un esfuerzo que busca salir de la Modernidad occidental y que se nutre tanto de los elementos que provienen de las cosmovisiones de distintos pueblos indígenas como de las tradiciones contestarias y marginalizadas que, dentro del pensamiento occidental, han denunciado una y otra vez la obsesión con el crecimiento económico.” (Gudynas, 2011, pág. 93)

Lo escrito por Gudynas es exactamente la descripción de los Objetivos del Buen Vivir (OBV), los cuales trasladaron el Buen Vivir desde un concepto local hacia una alternativa internacional a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Los OBV surgieron en 2019 partir de un diálogo entre la comunidad académica iberoamericana (en especial de Latinoamérica) que apoya el proyecto de transmodernidad. Sus creadores, en su documento fundacional, mencionan reiteradamente que su objetivo no es interferir con la implementación de la Agenda 2030, sino generar una discusión entre la Academia, movimientos sociales y distintos colaboradores internacionales para la construcción de una Agenda alternativa post-2030 con objetivos que se dejaron de lado en la construcción de los ODS por la presencia de distintas relaciones de poder inmersas en el discurso del desarrollo sostenible.

Además del diálogo académico, los OBV se generaron por una consulta en línea entre distintos actores sociales relevantes de 20 países distintos. Los OBV, como una propuesta alternativa para el bienestar de la humanidad, en su lógica transmoderna e intercultural, ponen a dialogar saberes tradicionales, como el ya mencionado Buen Vivir proveniente del Sur Global, con saberes modernos, como la propuesta de decrecimiento del Norte Global. El decrecimiento es un tanto controversial, pues buscar lograr una sustentabilidad ambiental acorde con los límites biofísicos de la Tierra a partir de la completa transformación del modelo económico. El decrecimiento considera que la generación de riqueza convencional a partir del crecimiento económico necesariamente trae devastación ambiental, por lo que propugna “producir, acumular y consumir menos para vivir bien”. (Hidalgo-Capitán y Cubillo-Guevara 2016, pp. 93–94)

Los autores de los OBV, a pesar de que asumen “que la Agenda 2030 supone un avance significativo para contribuir al bienestar de la humanidad respecto de las anteriores agendas del desarrollo y la cooperación internacional, en especial en materia ambiental“ (Hidalgo-Capitán, García-Álvarez, Cubillo-Guevara, & Media-Carranco, 2019, pág. 13) , la cuestionan y proponen trascenderla por todas sus limitaciones y contradicciones. La principal diferencia entre los ODS y los OBV, es que los primeros están enmarcados en el desarrollo sostenible que ya explicamos, y los segundos en el llamado “transdesarrollo transmoderno”, que en palabras de los autores se trata del:

“bienestar que persigue la satisfacción de las necesidades materiales e inmateriales de la sociedad por medio de un proceso de participación en el que se decidan, bajo los principios de equidad social y sostenibilidad ambiental, cuáles son dichas necesidades y qué medios deben emplearse para satisfacerlas” (Hidalgo-Capitán y Cubillo-Guevara 2016, p. 67).

Los ODS y en general el desarrollo sostenible como ya habíamos analizado, están enmarcados en un enfoque antropocéntrico, en el cual la prioridad es el ser humano, y en específico el individuo; mientras que los OBV y en general el transdesarrollo transmoderno tienen un enfoque biocéntrico, en el cual la principal prioridad es la naturaleza, la segunda es la sociedad en su conjunto y la tercera el individuo. (Hidalgo-Capitán, García-Álvarez, Cubillo-Guevara, & Media-Carranco, 2019, pág. 28) De esta manera, los OBV trascienden los tres ámbitos que conforman el desarrollo sostenible (el ambiental, el social y el económico), así como las cinco esferas de las cuales se desprenden los 17 ODS (planeta, prosperidad, personas, paz y alianzas). En el caso de la propuesta del Buen Vivir, sus tres principales esferas son las que dan nombre a los tres principales objetivos generales: sostenibilidad biocéntrica, equidad social y satisfacción personal, de cada una de las cuales se desprenden 7 OBV específicos.

La sostenibilidad biocéntrica se refiere a la armonía entre los seres humanos y la naturaleza; la equidad social a la armonía entre todos los seres humanos; y la satisfacción personal a la armonía al interior de cada uno de los individuos. Dentro del primer OBV, sostenibilidad biocéntrica[2], se busca la adaptación de la especie humana a la biocapacidad del planeta, el cuidado de la biodiversidad, y la eliminación de la concepción moderna de la naturaleza como un recurso, para considerar otras concepciones que se dan en distintas culturas sobre ella, en las cuales se le considera por sus valores religiosos, culturales o estéticos.

A partir del OBV de sostenibilidad biocéntrica hay 7 que se derivan de él. Estos son: el 1.1, cuidado de ecosistemas; el 1.2, economía sostenible; el 1.3 extracción sostenible; el 1.4, transiciones por el clima; el 1.5, derechos de la naturaleza; el 1.6, economía circular; y el 1.7, hábitats óptimos. Se trata de la equivalencia a los ODS relacionados con la esfera de planeta. Te voy a mostrar algunas diferencias entre los ODS de planeta y los OBV de sostenibilidad biocéntrica.

El ODS 11, Ciudades y comunidades sostenibles, tiene su equivalencia con el OBV 1.7, hábitats óptimos. El ODS 11 considera a las ciudades como “hervideros de ideas, comercio, cultura, ciencia, productividad, desarrollo social” (ONU, 2020), que han permitido prosperar a millones de personas, por lo que se busca mantenerlas “de manera que se sigan generando empleos y siendo prósperas sin ejercer presión sobre la tierra y los recursos”. (ONU, 2020)

En cambio, el OBV 1.7, hábitats óptimos, considera a las ciudades como hábitats, por lo que busca planificarlas conforme a la capacidad de carga de los ecosistemas, pues más allá de su función económica, pone en el centro de importancia a la conservación de la naturaleza. De esta manera, mientras que en el ODS 11 no se considera el tamaño de las ciudades, en el OBV 1.7 sí, pues busca reducir la huella ecológica de cada ciudad, por lo que propone dispersar a la población a distintos núcleos urbanos o rurales dependiendo de los límites biofísicos terrestres.

Lo anterior es un ejemplo del movimiento del péndulo desde la llamada “libertad” prometida por el sistema moderno hacia la “seguridad”, pues de ser aplicado tal OBV, la movilidad hacia las ciudades estaría regulada para evitar mayor contaminación y efectos adversos al medio ambiente. Aunque eso yo lo interpreto de otra manera, pues la mayoría de la gente que emigra a las ciudades no lo hace por “libertad”, sino por necesidad de buscar seguridad económica. Considerando lo anterior, no suena tan descabellado tal regulación, no solo por los aspectos ambientales, sino también porque sería una forma de estimular el desarrollo local de las regiones de las que provienen la mayoría de las personas que emigran a las ciudades.

Otro ejemplo de una diferencia fundamental entre los ODS y los OBV de planeta y sostenibilidad biocéntrica es entre el ODS 12, consumo y producción sostenibles, y los OBV 1.2, economía sostenible, y el 1.6, economía circular. El ODS 12 busca “hacer más y mejores cosas con menos recursos” a través de “un enfoque sistémico [..] que logre […] la cooperación entre los participantes de la cadena de suministro, desde el productor hasta el consumidor final”. (ONU, 2020) Esto suena muy bien, sin embargo, más allá del componente ambiental de dicho ODS, existe un componente ético muy importante, pues plantea restricciones morales que toman como principal agente de cambio a los individuos sin importar su entorno socioeconómico, cuando quienes hacen el mayor daño ambiental en las cadenas suministro son entes como las empresas, y existen grandes desigualdades en los niveles de consumo entre las personas más ricas y pobres del mundo.

Contrario a culpabilizar al individuo y al consumidor, el OBV 1.2, economía sostenible, tiene un enfoque sistémico, en el cual se traslada la culpa del desgaste ambiental al sistema económico en general, por lo que opta por limitar el sistema de producción, consumo y trabajo para generar un menor desgaste de los recursos naturales. Es así como se toma en cuenta metas como poner fin a la obsolescencia programada o transformar los patrones de trabajo para así también otorgar mayor disponibilidad de tiempo a las personas.

La economía circular busca tener una mejor gestión de los recursos y los residuos a partir de la utilización de materiales biodegradables en los insumos de producción, así como el alargamiento de la vida útil de los productos. Esto es algo fundamental para tener una producción y consumo verdaderamente sostenibles, y si bien se considera importante en los debates de implementación del ODS 12, existe un OBV completamente dedicado a ello (el 1.6). (Hidalgo-Capitán, García-Álvarez, Cubillo-Guevara, & Media-Carranco, 2019, pág. 32)

El segundo OBV, equidad social[3], busca reducir todo tipo de desigualdades entre todos los habitantes del planeta, así como compensarlas al reducir todo tipo de brechas (de capacidades, oportunidades y bienestar). A su vez hay otros 7 OBV derivados de él; estos son: el 2.1, producción local; el 2.2, soberanía alimentaria; el 2.3, democracia participativa y pacífica; el 2.4, progresividad fiscal; el 2.5, economías alternativas; el 2.6, regulación de mercados; y el 2.7, discriminación positiva. El OBV 2 se puede comparar con las esferas de paz y prosperidad de los ODS.

Ambas propuestas tienen visiones económicas muy distintas. Mientras que por ejemplo, en el ODS 8, crecimiento económico y trabajo decente, se propone la erradicación de la pobreza, la desigualdad y el desempleo por medio de la inversión y la estimulación del mercado; en los OBV, esto se busca hacer desde distintos objetivos con una visión más “keynesiana” de la economía. Uno de ellos es el OBV 2.1, producción local, que busca fomentar la producción local a partir de cadenas cortas de valor, las cuales apoyen el comercio justo de productos de cercanía y temporada, respeten los ciclos naturales y aporten a la reducción de la pobreza y desigualdad de comunidades rurales.

En muchos mercados podemos encontrar ejemplos de producción local

Otro OBV relacionado es el 2.6, el cual propone la regulación de mercados en todos los niveles para evitar oligopolios que fomenten más desigualdades. Finalmente, uno de los OBV más novedosos de ésta rama, el 2.5, economías alternativas, busca apoyar esquemas de gestión de producción, distribución y consumo de bienes y servicios, alternativos a la racionalidad utilitarista del mercado, como “el trueque, las redes de intercambio local, los bancos de tiempo, los bancos de alimentos, el autoconsumo, el trabajo familiar, colaborativo, comunitario, doméstico y voluntario.” (Hidalgo-Capitán, García-Álvarez, Cubillo-Guevara, & Media-Carranco, 2019, pág. 41) Se busca que todos esos mecanismos generen una distribución de la renta y la riqueza más equitativa.

El trueque fue un método generalizado de intercambio de bienes y servicios en el México prehispánico. Un ejemplo de ello lo tenemos en un mural de Diego Riviera en el Palacio Nacional de la Ciudad de México

Dos OBV que considero muy controversiales de este bloque son el 2.7, discriminación positiva, en el cual se busca seguir el limitarianismo como ética de las políticas públicas para incrementar las capacidades y oportunidades de personas desfavorecidas a partir de la reducción de “ingresos y el bienestar final de las personas más favorecidas” (Hidalgo-Capitán, García-Álvarez, Cubillo-Guevara, & Media-Carranco, 2019, pág. 52); y el 2.4, progresividad fiscal, que, entre otras cosas, busca la redistribución de la renta de los mercados nacionales e internacionales a partir de una renta básica universal a todos los ciudadanos. Son muy controversiales porque se busca que el limitarianismo no solamente sea regidor de la ética pública, sino también personal, de manera que se habla sobre expropiaciones de riqueza a los multimillonarios para así tener una repartición de la riqueza entre todos los ciudadanos y sobre la eliminación de los llamados paraísos fiscales.

La eliminación de los paraísos fiscales implicaría una regulación internacional que se aplicaría a cada uno de los países de éste mapa. Fuentes: Reuters.

Un OBV que considero más que fundamental del apartado de equidad social es el 2.3, democracia participativa y pacífica, que tendría su equivalente en el ODS 16, Paz e Instituciones Sólidas. En dicho OBV se busca generar una pluridemocracia basada en el diálogo entre culturas, en la cual se tome en cuenta distintas visiones del mundo, y la cual se adapte a cada contexto social. Se busca brindarle justicia a todos aquellos pueblos, comunidades y minorías invisibilizadas por el progreso moderno, y verdaderamente contemplarlos para la toma de decisiones en sus contextos.

Finalmente, tenemos el último OBV, satisfacción personal[4], el cual busca reducir la brecha de satisfacción en los distintos contextos culturales del mundo al mejorar aspectos de la vida de las personas como la salud o la educación. De él se derivan los últimos 7 OBV. Estos son: el 3.1, interculturalidad; el 3.2, identidades diversas; el 3.3, educación contextual; el 3.4, vida sencilla; el 3.5, espiritualidades; el 3.6, plurinacionalidad; y el 3.7, salud integral. Podemos considerar el OBV 3 como equivalente a la esfera de personas y alianzas de los ODS.

Una comparación entre la visión de los ODS y la de los OBV puede ser en el tema de la educación. En el ODS 4, se habla sobre “educación de calidad”, una educación que nos prepare para el mundo moderno actual, en la cual podamos “desarrollar soluciones innovadoras a los problemas más grandes del mundo” (ONU, 2020). En el ODS 4, excepto en su meta 4.7, se habla acerca de una educación proveniente del proyecto moderno, con conocimientos técnicos que en muchos casos dejan de lado la esfera social y humanísticas del conocimiento, las cuales son muy importantes para hacer frente a los retos de la crisis civilizacional en la que vivimos. De acuerdo con Boaventura de Sousa Santos, el seguir este modelo nos ha hecho ignorantes especializados. (Sousa Santos, 2014)

En este sentido, los autores de los OBV mencionan que la educación considerada “de calidad” en los ODS busca una cualificación en realidad con fines, en muchos casos, únicamente económico-laborales. Contrario a esto, el OBV 3.3 propone una educación contextual y una alfabetización funcional al medio, la cual tome en cuenta las particularidades interculturales de cada contexto, las capacidades de cada persona, y las identidades étnicas, religiosas y de género, para brindar una educación que le permita a cada individuo adaptarse a su medio.

Otro OBV muy interesante derivado del de satisfacción personal es el 3.1, interculturalidad, el cual busca reconocer y respetar identidades étnicas y prácticas culturales, el diálogo entre ellas e incluso su hibridación. Algo que se deriva de este OBV en específico para enfrentar los actuales problemas de migración en todo el mundo, es la generación de un derecho de movilidad transfronteriza. (Hidalgo-Capitán, García-Álvarez, Cubillo-Guevara, & Media-Carranco, 2019, pág. 43) Además, se propone la creación de derechos mínimos de ciudadanía universal. Similar a esas dos propuestas, en el OBV 1.5, se propone generar una Declaración Universal de los Derechos de la Naturaleza en la cual se pueda proteger a todos los seres vivos y ecosistemas de los abusos de la humanidad, y se los deje de ver en términos utilitarios, para comenzar a reconocer sus valores intrínsecos.

Además de esto, se propone crear tribunales de justicia nacionales e internacionales para proteger tanto los derechos de ciudadanía universal como los derechos de la Naturaleza. Lo que puedo decir con respecto a esto es que, aunque a mi parecer es una propuesta muy interesante, se requiere mucho más que buenas intenciones, pues se necesita todo un diálogo multidisciplinario, en especial con profesionales de las Ciencias Sociales y Humanidades, ya que, por ejemplo, se tendrían que hacer muchos cambios en el Derecho Internacional, además de una reforma profunda a la ONU y en general a la forma en la que funciona en sistema jurídico internacional.

En Bolivia, por ejemplo, dentro de su Constitución están reconocidos los Derechos de la Naturaleza o de la “Pachamama”

Finalmente, considero que otro de los aspectos fundamentales de los OBV, específicamente del OBV 3.5, es el de espiritualidades, una esfera del desarrollo o el buen vivir (como le queramos llamar) individual un tanto olvidada. De acuerdo con Bauman, la modernidad ha buscado dejar de lado “el conjunto de relatos, creencias, rituales e ideologías que conformaron un orden simbólico suficientemente denso como para mantenernos a cierta distancia del horror que habita en nosotros mismos“ (Dessal & Bauman , 2014, pág. 27). El psicoanálisis nos habla sobre las pulsiones y los deseos inconscientes que son motor del sufrimiento humano, ese horror del que Bauman habla.

En este sentido, con riesgo a equivocarme por no ser experto, y citando al psicoanalista Gustavo Dessal, te mencionaré una breve explicación de algunos postulados del psicoanálisis. Este propugna, en términos sencillos, que existe un vacío inaugural y una infelicidad originaria en todos los seres humanos, la cual es causa del deseo, un deseo que “no se contenta jamás con su objeto” (Dessal & Bauman , 2014, pág. 61). Esto quiere decir que ese deseo nunca va a estar conforme con lo que cada persona utilice para saciarlo. Por ello, la espiritualidad siempre ha sido fundamental para la humanidad, pues provee una constante fuente de esperanza ante tal vacío e infelicidad.

La Modernidad ha buscado la emancipación del ser humano de tal espiritualidad para buscar el progreso principalmente en términos materiales. De ahí que en muchos casos se buscado hacer frente a tal infelicidad originaria por medio del consumo masivo, el cual entra “en sintonía con el objeto inconsciente que opera como causa de nuestros deseos […] con la promesa de una satisfacción cuyas características son específicas e inconscientes en cada sujeto” (Dessal & Bauman , 2014, pág. 66).

Por ello, Dessal menciona que “si el capitalismo ha logrado perpetuarse hasta ahora, es porque su modelo económico ha logrado captar en su provecho los mecanismos de la subjetividad” (Dessal & Bauman , 2014, pág. 61). Esa explicación me hace mucho sentido al tratar de explicar por qué dicho modelo económico, a pesar de tener dinámicas de depredación natural y de creación de desigualdades descomunales, ha logrado prosperar y adaptarse a lo que de acuerdo con el psicoanálisis es la subjetividad humana, y con ello ha generado un status quo en el que muchas personas prefieren quedarse en su zona de confort en lugar de comenzar a generar acciones para enfrentar la crisis multidimensional en su entorno.

Te recomiendo la animación de “Happiness”, de Steve Cutts, que demuestra lo que el capitalismo nos vende como “felicidad”.

Las espiritualidades, todos aquellos relatos, creencias y rituales que Bauman tipifica como fundamentales para dotar a las personas de un significado de vida alejado de las dinámicas depredadoras del consumismo que se nos plantean como “el camino a la felicidad”, son de suma importancia para el equilibrio entre la subjetividad humana y la lucha por un Buen Vivir en todo el mundo, son un pilar para tener armonía en nosotros mismos y con la naturaleza. Y no me malinterpreten, no se trata de dejar de lado la laicidad en todos los Estados que se practica o de dejar que las religiones influyan cada vez más en la ciencia y la política, sino de institucionalizar en todo el mundo la convivencia armónica entre religiones, “de tal manera que unas no se impongan sobre otras y todas las personas adultas puedan elegir, y cambiar, libremente sus creencias religiosas, espirituales, agnósticas o ateas, así como educar a sus hijos e hijas en ellas, al margen de la educación reglada.” (Hidalgo-Capitán, García-Álvarez, Cubillo-Guevara, & Media-Carranco, 2019, pág. 46)

Críticas a los OBV

Una vez que analizamos las potencialidades de los OBV es momento de analizar sus críticas. Una de las críticas, en la que no voy a ahondar mucho porque no es el objetivo del artículo, es en general a todo el enfoque de la transmodernidad. Se trata de una crítica filosófica y sociológica a sus planteamientos. Por ejemplo, Pablo Mériguet, menciona que “la característica del ‘proyecto’ moderno es la crítica de sus propios mecanismos de nacimiento y desarrollo sin doctrinas absolutorias. Un verdadero crítico de la Ilustración no tiene más opción que ser un crítico ilustrado.” (Mériguet, 2019) En este sentido, se crítica a la transmodernidad como una “doctrina absolutoria”, y se considera que en realidad no trasciende la Modernidad, sino que está dentro de ella, pues es un proyecto nunca inacabado.

Sea como sea, y más allá de discusiones filosóficas sobre la transmodernidad, pienso que si lo que con ella se busca es trascender las contradicciones modernas para una transformación que realmente ataque las causas de raíz de nuestra crisis civilizatoria, y de la crisis ambiental a la que hemos sometido a nuestro planeta, no podemos desechar las soluciones modernas como el desarrollo sostenible, sino que debemos reconocer los avances que han existido gracias a ellas, e incluso a partir de ellas trabajar para hacer posibles nuevas opciones de emancipación.

Ejemplo de un evento que conjunta ambas visiones

En ese sentido, mi crítica al documento de los OBV es que los autores hablan de la Agenda 2030 como un total “maldesarrollo insostenible”, lo cual a mi parecer invalida todos los esfuerzos que se están llevando a cabo por lograr un mayor bienestar de la sociedad y del planeta a partir de los ODS, y no me refiero a los “esfuerzos” gubernamentales o del sector privado, sino de la misma sociedad civil. Hay muchos proyectos alineados a la lógica del Buen Vivir, que están tomando como referencia los ODS para poder obtener apoyo técnico y económico para su implementación, pues es la única opción que el sistema les brinda. El clasificar como maldesarrollo sostenible dichos esfuerzos desde una perspectiva academicista, lejos de invitar a las personas interesadas en el desarrollo sostenible y en muchos casos en alternativas a él como el Buen Vivir, a hacer un cambio, tiene un efecto contrario, pues hasta cierto punto los culpabiliza de aspectos estructurales que los superan.

Otra crítica muy específica que puedo hacer sobre los OBV es hacia el postulado del decrecimiento. Autores como Gudynas mencionan que el decrecimiento no puede ser completamente aplicado en países que tienen gran parte de su población en situación de pobreza. Desafortunadamente en el sistema económico globalizado e interconectado en el que vivimos, a menos que de verdad se generará un esfuerzo por llevar a cabo un decrecimiento en todo el mundo, o se diera un reparto de la riqueza justo, sería plausible aplicar tal proceso en países que tienen mucha población con grandes necesidades materiales, la cual requiere del crecimiento económico para consumir de bienes y servicios necesarios para su supervivencia.

En este caso no se trata de satanizar el decrecimiento y adorar al crecimiento económico, sino de analizar opciones adaptadas a las realidades nacionales, que en el caso de países del Sur Global como los latinoamericanos[5], puede consistir en un reordenamiento total de su economía para un mejor reparto de la riqueza y una ampliación de la infraestructura de saneamiento, educación o salud, que permitiría tener mayor equidad social. (Gudynas, 2011, pág. 89) Para esto, los ODS pueden ayudar provisionalmente desde el ODS 10, Reducción de las Desigualdades, el cual plantea metas como lograr el crecimiento de los ingresos del 40% más pobre de la población de cada país, garantizar igualdad de oportunidades ante la ley y generar políticas de protección social.

Algo que también me causa ruido con respecto a los OBV es su idealismo en el limitarianismo, reflejado en distintos OBV, como el 3.4, vida sencilla, el cual menciona que es necesario promover el minimalismo para optar por una sobriedad y simplicidad voluntaria en la que únicamente satisfagamos las necesidades fundamentales de acuerdo con nuestros contextos territoriales.

En el OBV 3.5 se menciona que “deben reconocerse, respetarse y fomentarse los diversos
estilos de vida sencilla (minimalismo) […] entre ellos, la vida en comunidades religiosas
cristianas de gente sencilla (amish, menonitas, cuáqueros…)”.

Gustavo Dessal menciona que: “si los seres humanos se conformasen con los objetos de la necesidad, o dicho de otra manera, si los seres humanos solo estuviesen regidos por los rigurosos imperativos de la necesidad, el capitalismo sencillamente no habría podido existir. Si existe, es gracias a que se dedica a la fabricación masiva de objetos cuya virtud fundamental consiste en entrar en sintonía con el objeto inconsciente que opera como causa de nuestros deseos”. (Dessal & Bauman , 2014, pág. 66).

Y es que de verdad concuerdo con que existe una desigualdad descomunal en el capitalismo que estructuralmente no permite una equidad social, con que muchas veces solamente consumimos por ansiedades en lugar de necesidades y con que el sistema económico ha creado nuevas necesidades en cada uno de nosotros. Para la reducción de desigualdades apoyo en demasía el OBV de progresividad fiscal, y entrando en términos más psicoanalíticos sobre nuestro consumo individual, apoyo el OBV sobre espiritualidades, por lo que no critico para nada el estilo de vida de las comunidades que adoptan el minimalismo por razones religiosas.

Sin embargo, pienso que, si bien la espiritualidad puede ser un aspecto importante para la vida de los seres humanos, no creo que sea la única salida a los vacíos existenciales que aquejan a muchas personas que buscan llenarlos con consumismo, y que no estarían dispuestas a vivir una “vida sencilla” en minimalismo y a satisfacer únicamente sus necesidades básicas. Y es que “el buen vivir es diferente a la felicidad proclamada e incluso, medida por el capitalismo” (p. 188), y también he pensado que al haber crecido en tal sistema me cuesta trabajo imaginar nuevas realidades.

Sin embargo, más allá de mi contexto personal, creo fundamental un nuevo diálogo académico, esta vez de forma más multidisciplinaria, que incluya a personas que estudien la subjetividad humana, como psicólogos, psicoanalistas e incluso personas que estudien humanidades, para generar mecanismos que vayan acorde a ella y que puedan reemplazar la forma en la que el consumismo masivo llena los vacíos existenciales de las personas en las sociedades modernas, a la vez que se cuida el planeta.

Los OBV son una propuesta académica que se acaba de crear, y a mi parecer es una gran aportación no solo a la Academia, sino en general a toda la Humanidad. Sin embargo, hace falta que en tal propuesta se incluyan más perspectivas de expertos de todas las disciplinas del conocimiento; que, así como con los ODS, se creen metas más específicas e indicadores con enfoque humanístico que hagan aterrizables y realmente aplicables los OBV a distintos contextos; y que haya mucho más diálogo con las sociedades en su conjunto, y en específico con los grupos vulnerables que se busca proteger, entre ellos los pueblos originarios, pues de lo contrario existe el riesgo que la propuesta solo se quede en la Academia, muchas veces convertida solamente en una élite que crea preceptos universalistas sin considerar realmente las voces de quienes intentan representar y ayudar. Lo anterior no lo digo solamente como crítica, sino también como autocrítica incluso de este artículo de opinión.

La última crítica que tengo a los OBV es el hecho de que, como muchos mecanismos universalistas, fácilmente se puede convertir en un discurso que legitime nuevas relaciones de poder como pasó con los ODS. Y es que el hecho de imponer ciertos parámetros de vida a todas las personas por medio de criterios que pretenden ser universales, como ya pasó con el desarrollo sostenible, sin un consenso antes, que tal vez sea muy idealista de mi parte creer que lo habrá, puede caer en ciertos totalitarismos. Aunque existan OBV como interculturalidad, discriminación positiva o democracia participativa, realmente hace falta exponer esta propuesta a muchos sectores de la población que se pueden ver directamente afectados por su aplicación y si es necesario, renegociar su contenido.

Un ejemplo muy bueno para explicar qué podría pasar si se presenta y aplica esta propuesta sin consenso, es el estudio que Darío Toscano hizo acerca de la implementación del discurso del Buen Vivir en Ecuador del 2007 al 2013, años en los que el gobierno ecuatoriano aplicó el Plan de Buen Vivir en su territorio. No se puede dejar de lado los efectos positivos que eso tuvo en el país, pues “más de un millón de personas salieron de la pobreza y 900 000 de la pobreza extrema, la desigualdad redujo un 10%, la cobertura de servicios básicos se incrementó en toda la nación y se notó una marcada disminución de la situación de pobreza en poblaciones indígenas y afros, así como una reducción de la brecha de desigualdad por género”. (Senplades, 2014, 2017)

Sin embargo, en el caso ecuatoriano, el discurso del Buen Vivir se utilizó para el control universal de la población por parte del gobierno, el cual presentaba cualquier disidencia, incluso las protestas legítimas a favor de los derechos humanos, o en contra de persecuciones políticas o proyectos extractivistas por parte de los mismos pueblos originarios de los que proviene el concepto del Buen Vivir, como parte de la oposición, se les caracterizaba automáticamente como “una representación de las clases dominantes y hegemónicas que buscaban retroceder en la construcción de un país de justicia, igualdad, derechos y democracia.” (Toscano, 2019, pág. 21)

En este sentido, a pesar de las conquistas ganadas en cuestión de pobreza y desigualdad, el Buen Vivir en Ecuador no significó una ruptura con las relaciones de poder más profundas dentro de la Modernidad, ni un gran avance en cuestión ambiental, pues tal concepto no fue una conquista desde el pueblo ecuatoriano, “sino de los mecanismos de un discurso político para llegar al poder.” (Toscano, 2019, pág. 24) Por ello, es necesario que, si buscamos aplicar mecanismos que buscan ser universales como los OBV en nuestros países lo hagamos de abajo hacia arriba y de forma crítica, “toda vez que se trata de trasladar esa cosmovisión a otras realidades […]siempre buscando hacerlo[…] desde la traducción intercultural”. (Romero Gutierrez, 2016, pág. 188)

Reflexión final

Algo que tienen en común los ODS y los OBV, es que ambos son idealistas, los OBV más que los ODS, los cuales considero que serían el justo mínimo para enfrentar la crisis multidimensional en la que estamos inmersos. Douglas Russkoff, un académico experto en cultura virtual de la Universidad de Nueva York menciona en uno de sus artículos llamado “La supervivencia de los más ricos y cómo traman abandonar el barco”, que un grupo de multimillonarios una vez le pagaron por asistir a una reunión para responder diversas dudas sobre cómo los avances tecnológicos de la actualidad los pueden salvar de afrontar el precipicio ambiental al que nos estamos dirigiendo. Entre estos avances tenemos ejemplos como el de Elon Musk para colonizar Marte, proyectos de “envejecimiento revertido”, como el de Peter Thiel, o proyectos para subir nuestras mentes a supercomputadoras, como el de Ray Kurzweil.

Según Russkoff, los multimillonarios le hicieron preguntas como: “¿Qué región se verá menos afectada por la crisis provocada por el cambio climático, Nueva Zelanda o Alaska? ¿Realmente Google está construyéndole a Ray Kurzweil un hogar para albergar su mente? ¿Logrará su conciencia sobrevivir a la transición, o por el contrario perecerá y renacerá una completamente nueva? Y, por último, un director general de una agencia de bolsa comentaba que estaba a punto de terminar de construirse un búnker y lanzó la pregunta, ¿Cómo conseguiré imponer mi autoridad sobre mi guardia de seguridad después del acontecimiento?”. (Rushkoff, 2018)

Rouskoff menciona que los proyectos de Musk, Thiel y Kurzweill, contrario al discurso que se menciona en los medios sobre que son proyectos para mejorar la calidad de vida de toda la humanidad, tienen la intención de que la minoría más privilegiada del mundo pueda “trascender la condición humana y protegerse del peligro real y presente del cambio climático, el aumento de los niveles del mar, los grandes flujos migratorios, las pandemias globales, el pánico nacionalista o el agotamiento de los recursos”. (Rushkoff, 2018)

Eso es un gran reflejo del futuro que nos espera sino hacemos nada ante el Antropoceno y las grandes desigualdades en el mundo. Es cierto que en la actualidad los ODS son lo más parecido a un consenso que existe para realizar ese cambio, pero también es cierto que no son suficientes. Muchos autores como Gudynas se hacen la pregunta de ¿es posible un desarrollo sostenible capitalista?, a lo que responden en la mayoría de los casos que no lo es, y yo concuerdo con eso. Y es que “las iniciativas globales no han logrado motivar el cambio de rumbo que necesitamos para que nuestro planeta empiece a recobrar la salud” (Ortúzar Greene). Sin embargo, también es cierto que aunque la transmodernidad y el Buen Vivir aunque pueden ser buenas alternativas a las contradicciones del desarrollo sostenible, se pueden convertir fácilmente en discursos que creen nuevas relaciones de poder, en especial entre los gobiernos y sus ciudadanos como sucedió en Ecuador.

Bauman menciona que “la vulnerabilidad y la incertidumbre de los seres humanos es el fundamento de todo poder político. Los poderes reclaman para sí la autoridad y la obediencia prometiendo a sus súbditos una protección efectiva contra estos dos flagelos de la condición humana” (Dessal & Bauman , 2014, pág. 136). También menciona que “la libertad y la seguridad no pueden sobrevivir una sin la otra por así decirlo, pero tampoco pueden convivir en paz”, por lo que como mencioné al inicio del artículo, vivimos en un péndulo que a veces se inclina hacia la libertad y a veces hacia la seguridad”. (Dessal & Bauman , 2014)

Lo más seguro es que por la gran crisis multidimensional que vivimos, el péndulo en los próximos años se dirija hacia la seguridad, pero desafortunadamente no será a favor de la mayoría como posiblemente se podría hacer con un diálogo consensado, más inclusivo y muy cuidadoso sobre los OBV (considerando que existen aspectos muy controversiales para la “libertad” en el capitalismo como la expropiación de la riqueza de multimillonarios), sino hacia la seguridad de unos pocos a costa de la de la mayoría, a partir de nacionalismos, de individualismo y de grandes desigualdades.

Por ello creo necesario trascender el concepto de desarrollo sostenible y comenzar a velar por mecanismos como el Buen Vivir. Para eso, los OBV pueden ser un buen inicio, claro, después de que pasen por un diálogo mucho más enriquecedor. Para trascender el desarrollo sostenible, considero más que necesario utilizarlo, así como a los ODS, como “caballo de Troya” para defender el Buen Vivir, pues, como menciona Ortúzar, “pese a las desilusiones, es importante seguir promoviendo iniciativas mundiales donde se discuten políticas comunes y […]aunque por ahora esos espacios no han sido capaces de frenar la crisis ambiental, […] son instancias donde surgen posibilidades de protesta y de concientización masiva por parte de la sociedad civil global, cada vez más alerta y decidida a defender nuestro ambiente” (Ortúzar, s/f), y yo agregaría, defender a la parte de la humanidad más vulnerable ante el sistema capitalista. Todo esto siempre teniendo cuidado en no imponer y en generar un diálogo intercultural verdaderamente adecuado a realidades locales

Si he mencionado diversas cuestiones del psicoanálisis en este artículo, no es porque sea experto en ello, disto demasiado de serlo, es porque considero que el estudio del inconsciente y de la forma en la que la subjetividad y psique humanas operan, es fundamental para entender cómo hacer frente a la crisis multidimensional que toda la humanidad enfrenta. Sigmund Freud menciona en “El Malestar de la Cultura”, una de las más grandes obras del Siglo XX, tres causas fundamentales del sufrimiento del ser humano: “la supremacía de la Naturaleza, la caducidad de nuestro propio cuerpo y la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones humanas en la familia, el Estado y la sociedad” (Freud, 2010, pag. 26). Más allá de eso, Gustavo Dessel agrega una cuarta causa a ellas: “la intensa e incontrolable fuerza que el hombre encuentra en sí mismo”. (Dessal & Bauman , 2014, pág. 25)

Una de las promesas de la Modernidad es sacar a los seres humanos de esos sufrimientos a partir de la ciencia y la tecnología, y, a decir verdad, ha logrado grandes avances para poder entender y “domar” la naturaleza, para poder superar la debilidad de nuestro cuerpo y alargar nuestra esperanza de vida. Sin embargo, más allá del hecho del Antropoceno causado por esa visión utilitarista de la naturaleza y de las grandes desigualdades tan discutida en éste artículo, está el hecho de que como menciona Dessel, Freud tenía una desconfianza en general en la promesa de la “libertad” que la razón nos confiere para lograr un completo bienestar psíquico de los individuos, y creía que el progreso moderno no podría resolver la cuarta causa del sufrimiento en los seres humanos.

Ruskoff menciona que la actual tendencia hacia una utopía “transhumanista”, que busca trascender “el cuerpo, la interdependencia, la compasión, la vulnerabilidad y la complejidad” (Rushkoff, 2018), en realidad busca reducir toda la realidad a datos, datos que buscan ser interpretados y procesados de la misma forma que se ha hecho desde la creación del proyecto moderno. En esa visión se nos ve a los humanos como simples procesadores de información, y se ve a la tecnología como la resolución de todas esas repercusiones sociales, económicas, medioambientales e incluso psicológicas que nos están llevando hacia un laberinto sin salida.

A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si -y hasta qué punto- el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas del instinto de agresión y de autodestrucción. […] Nuestros contemporáneos han llegado a tal extremo en el dominio de las fuerzas elementales que con su ayuda les sería fácil exterminarse mutuamente hasta el último hombre. Bien lo saben, y de ahí buena parte de su presente agitación, de su infelicidad y su angustia”

-Sigmunt Freud

Más allá de lo gravísimo del hecho que los multimillonarios ya estén buscando como “abandonar el barco” para superar esa infelicidad y angustia que les da el seguir con este sistema completamente autodestructivo, mientras dejan a la mayoría de las personas en la Tierra a sufrir de un destino terrible, tal cual Elysium, está algo que me llama mucho la atención. Y es que siempre en todas las películas y series que retratan sociedades futuristas, como Black Mirror, Upload, La Dimensión Desconocida, etc., se muestra que ni siquiera los más afortunados que “abandonan el barco”, que disfrutan de todos los avances científicos y tecnológicos, pueden superar del todo esa cuarta fuente de sufrimiento mencionada por Dessal, pues como él mismo menciona, todo a lo que creemos renunciar, retorna de formas insospechadas a nuestro inconsciente.

Para ello el psicoanálisis y en general la psicología son fundamental, pues nos hace ver las particularidades de la subjetividad humana, y nos ayuda a reconciliar a cada individuo “moderno” con esa inconveniencia incurable del vacío existencial con la que debería aprender a vivir en lugar de que, por querer superar esa realidad psíquica, creé nuevos mecanismos que lo lleven a la autodestrucción al querer confrontar y superar a la naturaleza o que fomenten más desigualdades con sus pares. La impotencia de no saber qué hacer ante el sufrimiento nos lleva a la melancolía y el odio, pero el hecho de saber que existe una imposibilidad de eliminar por completo ese sufrimiento, “nos confiere lucidez, para poder actuar a partir de ella, e inventar formas no estandarizadas de dar respuestas a las preguntas a las que se ha intentado silenciar aplastándolas con los ideales de la normalidad”. (Dessal & Bauman , 2014, pág. 136)

Boaventura de Sousa Santos menciona que, en periodos de transición como en el actual, es necesario voltear a cosas simples, formular preguntas simples, que “como Einstein acostumbraba a decir, sólo un niño puede hacer pero que, después de hechas, son capaces de trazar una luz nueva a nuestra perplejidad”. (Sousa Santos, 2014, pág. 18) En ese sentido, yo te planteo la pregunta de, ¿ahora que sabes sobre la imposibilidad de la felicidad prometida por la modernidad, renunciarías a la “libertad” que te provee el sistema actual para buscar seguridad de la mayoría de las personas y del planeta a partir de mecanismos como el Buen Vivir?

Muchas gracias por leer, ¡y no dudes en dejar tus comentarios!

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[1] Incluso Freud menciona que “el niño no siente diferencia alguna entre su propio ser y el del animal; no le asombra que los animales piensen y hablen en los cuentos; desplaza sobre el perro o el caballo un afecto de angustia que corresponde al padre humano, y ello sin intención de rebajar al padre. Sólo de adulto se enajena del animal hasta el punto de insultar a los seres humanos con el nombre de un animal” (Freud, 1920, pág. 132)

[2] El capitalismo se define como “aquel sistema de organización socioeconómica basado en el protagonismo del mercado, como mecanismos de asignación de recursos escasos entre usos alternativos para la satisfacción de las necesidades humanas, de la propiedad privada, como medio de acumulación de la riqueza, y de la racionalidad utilitarista y lucrativa del homo economicus.” (Hidalgo-Capitán, García-Álvarez, Cubillo-Guevara, & Media-Carranco, 2019)

[4] Michel Foucault, un sociólogo muy importante, en su libro “El orden del discurso”, habla acerca de los discursos, definidos como “una serie de postulados que gracias a un contexto y momento específicos crearon interconexiones vinculando elementos interdependientes y autónomos dentro de un mismo marco de sentidos y significados articulados” (Toscano, 2019). Tales discursos están controlados, seleccionados y redistribuidos “por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad”. (Foucalt, 1992, pag. 14)

Eso significa que los discursos están controlados y legitiman relaciones de poder dominantes, y estos, contrario a lo que normalmente pensamos sobre el poder que siempre se reproduce de forma “vertical”, es decir, necesariamente de arriba hacia abajo y por medio de coacción, se reproducen de forma horizontal, por lo que se normalizan en todos los sectores de las sociedades y se reproducen también desde abajo, convirtiéndose en “gestos y prácticas que produce efectos” cotidianos en nuestra vida.

Los discursos legitiman el poder e institucionalizan el “saber”, creando una “política general de verdad”, la cual determina lo que conocemos como verdadero y lo correcto y la cual también deslegitima los discursos alternativos, creando un “sistema de exclusión de carácter histórico, modificable e institucionalmente coactivo”. Desde todo este entramado teórico podemos analizar el desarrollo como un discurso, un discurso que surgió despues de la Segunda Guerra Civil para dividir a países desarrollados y subdesarrollados a partir de la medición de ciertos “lineamientos, mecanismos, ideas y programas (políticos, económicos, administrativos y sociales) para superar la condición de pobreza y desigualdad que impedían el cumplimiento de los valores esenciales de una sociedad moderna y civilizada: derechos humanos, libertad y democracia”. (Toscano, 2019, pág. 2)

[5] “Detener la pérdida de biodiversidad de ecosistemas, de biodiversidad de especies y de biodiversidad genética, acomodando al mismo tiempo la huella ecológica humana a la biocapacidad del planeta” (Hidalgo-Capitán, García-Álvarez, Cubillo-Guevara, & Media-Carranco, 2019, pág. 28)

[6] “Reducir los niveles de desigualdad de capacidades y oportunidades de la población mundial, entre países, regiones, territorios rurales y urbanos, etnias, confesiones religiosas, clases sociales, géneros, identidades sexuales y personas, así como los niveles de desigualdad de bienestar social alcanzados”

[7] “Aumentar los niveles de satisfacción de las personas con su propia vida, en sus diferentes contextos territoriales, y reducir, al mismo tiempo, la distancia entre los niveles de satisfacción de las personas más satisfechas y las personas menos satisfechas” (p. 30)

[8] “Consideremos el caso de algunos países latinoamericanos. Frente a los postulados de una reducción de la economía es necesario analizar los efectos sobre los sectores populares, donde hay una alta incidencia de la pobreza. ¿Deben contraer todavía más su consumo? Está claro que existe un segmento se consumo suntuario en América Latina que debe ser combatido, pero hay amplios sectores que se encuentran en niveles de subsistencia y sumergidos en la pobreza, donde cualquier mejora en su calidad de vida para por aumentar su consumo de bienes y servicios, posiblemente genere crecimiento. En el caso de las economías latinoamericanas el problema no está en “achicarse”, sino en un reordenamiento sustancial de su estructura productiva, sus patrones de consumo, y su inserción internacional. Una salida alternativa implica que algunos sectores se deban reducir, pero hay otros que tendrían que expandirse, como por ejemplo, ampliar la infraestructura en saneamiento, educación o salud” (Gudynas, 2011, pág. 89)

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Iván Daniel Martínez
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Estudiante de RRII UNAM/ScPo, ex delegado juvenil de México ante la ONU, encargado del comité de equidad de SDSN Youth México, amante de temas ambientales…